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sábado, 26 de febrero de 2022

Alejandro J. Pagés | La pandemia como excusa para la Cuarta Revolución Industrial [Primera Parte]

 








I.- Golpe de Estado global de la élite transnacional 


Se nos anuncia insistentemente que estamos a las puertas de cambios muy grandes en todos los aspectos de nuestras vidas, con revoluciones tecnológicas que parecen de ciencia ficción. Cambios en la forma en que trabajamos, en la tecnología que manejamos, en cómo nos relacionamos, en la forma en que vivimos, cuidamos nuestra salud, nos alimentamos, y tal vez en la misma definición de lo que es un ser humano1. Crecientemente los programas emanados de organismos internacionales, las publicaciones científicas recientes y las declaraciones de políticos encumbrados, se ocupan de manera cada vez más pública de esos cambios, coincidiendo en el tiempo con la “nueva normalidad” impuesta globalmente a raíz de la pandemia. Y podemos darles la razón, puesto que ya sea que esos cambios resulten como los planean sus ejecutores (que no coincide necesariamente con lo que están promocionando), o que debamos luchar para evitarlos o reencausarlos en otro sentido, no hay duda de que el mundo que viene será diferente.

Algunas revistas especializadas vienen anunciando estos cambios proyectados hace ya algunos años, pero para la persona común las palabras «Cuarta Revolución Industrial” aún hoy no significan nada. Sin embargo, a partir de la pandemia, esta frase y los temas que se le asocian comenzaron a instalarse en los medios insistentemente, como si alguien hubiese dado la señal de largada. Ya se habla abiertamente de una educación 4.0 (teleducación), una agricultura 4.0 con drones, más agrotóxicos y organismos genéticamente modificados, y una medicina 4.0 (telemedicina, con nanoimplantes corporales o inyectables de monitoreo), entre muchas otras redefiniciones de cuestiones cotidianas, con diversas excusas que van desde el cambio climático hasta la pandemia de Covid-19, o la simple inevitabilidad de los cambios tecnológicos.

Para la élite cultora de esta “revolución” sin embargo, esta significa mucho más que una serie de cambios tecnológicos. 

La califican sin medias tintas de “el último paso en la evolución humana”, o “un salto tecnológico mayor al visto en los últimos 200 años”, o aún en toda la historia de la humanidad. Se trata de la revolución transhumanista. Elon Musk, Mark Zuckenberg, Peter Thiel2, el excéntrico Larry Ellison (fundador de Oracle) y toda la “plana mayor” de Google (Sergei Bin, Eric Schmidt, Ray Kurzweil, Bill Maris, Sundar Pichai) son fervientes transhumanistas, con gran influencia en Silicon Valley… lo cual demuestra, junto con la cienciología, cuán básicos pueden ser filosóficamente estos grandes empresarios y líderes tecnológicos. Algunos otros de sus entusiastas adherentes y voceros, participantes de los foros organizados sobre esta temática, como la conferencia TransVision 2021 celebrada en Madrid, son Nick Bostrom3, David Wood4, Jerome Glenn5, Max More o Philippe Van Nedervelde6. Sin embargo, ellos no son más que las caras visibles o los voceros entusiastas e inconscientes, en casi todos los casos intelectualmente mediocres, de cambios cuya implementación se proyecta a un nivel más profundo.

Porque esta Cuarta Revolución no va a ser de abajo hacia arriba (si es que alguna lo ha sido, en el fondo) sino claramente de arriba hacia abajo. Es conducida desde las más altas esferas del poder concentrado mundial, esa misma que muchos “revolucionarios” consideraban despiadada hasta hace poco, pero con cuyos programas “progresistas” vienen coincidiendo cada vez más. Pero es conducida en secreto y con subterfugios, puesto que probablemente, si la gente tomase conciencia de lo que realmente quieren hacer y lo profundos que son los cambios que planean llevar a cabo, se opondría. Hay que persuadir lentamente a la población mundial de que estos cambios, que se presentan como emocionantes y vertiginosos, pero que son en muchos casos bastante aterradores, son algo inevitable a lo que hay que adaptarse, y en definitiva algo positivo.

Algunos pilares tecnológicos de este sistema deben terminar de desarrollarse y estar a punto para hacerlo posible, y los mismos están en este momento en el punto donde comienza a hacerse posible su confluencia y potenciación mutua, para llegar a lo que sus entusiastas cultores llaman, con cierto aire pseudo-místico, “la singularidad”, es decir, una reconfiguración completa del mundo en que habitamos por medio de las tecnologías. Estos pilares son: Por un lado, la edición genética, tanto de plantas, como animales y seres humanos, lo cual incluye animales de diseño y modificación de los sentidos y habilidades naturales; y por el otro la Inteligencia Artificial y la robótica, con la mecanización de muchas tareas y los consiguientes problemas de desocupación y repartición de la renta. Haciendo de intermedio entre estos dos campos, entre organismo y máquina, se encuentran los desarrollos de interfaces cerebro-máquina, la Realidad Aumentada, los implantes biónicos, los nanorobots inyectables (capaces de desempeñar funciones dentro del organismo), y la Internet de las Cosas de alta velocidad. Como resultantes más específicas de todos estos desarrollos tecnológicos, buscadas y deseadas por sus planificadores (ya que algunos de esos desarrollos podrían tomar otros rumbos) tenemos principalmente el dinero digital, los vehículos autónomos, el teletrabajo y las ciudades inteligentes.

Uno de los cultores públicos más activos de esta “revolución”, que ha salido a exponerla de manera abierta a partir de la pandemia, es el Foro Económico Mundial (W.E.F.), a través de su presidente formal, Klaus Schwab. En el libro La Cuarta Revolución Industrial, de 2016, publicado por el W.E.F., Schwab define sucintamente los ámbitos en los cuales se extenderá esa revolución, que según él “No sólo cambiará el “qué” y el “cómo” de lo que hacemos, sino también el “quién” somos.” (p. 8), transformando a todas las sociedades del mundo entero. El libro se basa en los proyectos e iniciativas discutidas en las últimas reuniones del Foro. Esta revolución se producirá cuando los nuevos descubrimientos en secuenciación de genes, nanotecnología, energías renovables y computación cuántica se “fusionen” e interactúen “a través del dominio físico, digital y biológico” (p. 12). 

Schwab insiste particularmente, en todas sus presentaciones públicas en las que habla de esta Cuarta Revolución, en que los límites entre lo físico, lo biológico y lo digital se volverán difusos. Como ejemplo de esto da los implantes cerebrales, que permitirán interacciones directas entre la mente y las máquinas, e incluso acceder al pensamiento de las personas. No sólo los gobiernos y los trabajos, sino los mismos seres humanos deberán cambiar. Frases de peso como esta, con todo lo que implican, son soltadas con toda naturalidad.

Schwab da por sentada esta Cuarta Revolución Industrial, pero lamenta que haya un correcto nivel de liderazgo y de comprensión de los cambios disruptivos inevitables en todos los sistemas políticos, sociales y económicos. También lamenta que no se haya desarrollado aún una narrativa global común y “positiva” acerca de las oportunidades que abren estos cambios (p. 13). Cambios “profundos, sistémicos y completamente disruptivos”.

El mundo que imaginan es un mundo mutable y difuso, donde los límites entre lo real y lo virtual, lo biológico y lo robótico, e incluso entre las mentes individuales se difumina. “Algunos diseñadores y arquitectos ya están mezclando diseño computarizado, impresión 3-D, ingeniería de materiales y biología sintética para sistemas pioneros que involucran la interacción entre microorganismos, nuestros cuerpos, los productos que consumimos, e incluso los edificios que habitamos. Están haciendo (y “haciendo crecer”) objetos continuamente mutables y adaptables”. Uno se pregunta como tal mundo, al borde de la disolución, podrá mantenerse en pie si no es mediante un férreo poder que lo controle y administre, pero esa parte suele ser eludida.

De lo que sí son claramente conscientes sus promotores es de que uno de los principales resultados de esta “revolución” será un desempleo masivo, así como la erosión de los estados nacionales en favor de estructuras globales, y la separación de la humanidad en dos castas: Los dueños de la tecnología y la riqueza, que formarán una suerte de “superclase” internacional, que podría incluso mudarse de una geografía a otra sin problemas (ya que su actividad estaría crecientemente “deslocalizada” mediante plataformas digitales), y una masa mundial que tenderá a igualarse a un mismo nivel económico, totalmente dependiente. Una casta administrativa intermedia estaría formada por los actuales políticos nacionales y otros intermediarios, reducidos a ejecutores de políticas decididas por la “élite”, pero en una situación superior a la del pueblo llano. 

El historiador Yuav Hariri, quien hace de vocero semicrítico de estos planes en forma de “predicciones” personales, ya lo ha anunciado también en su best-seller Homo Deus: El resultado de esta revolución tecnológica será una super-elite que disfrutará, si llega a lograrlo, del alargamiento de sus vidas o la potenciación de sus sentidos o habilidades cognitivas mediante modificaciones genéticas y tecnológicas, y una masa que verá radicalmente transformada su realidad cotidiana, pero que dependerá casi de manera total de la élite dueña de la tecnología.

Continúa Schwab: «El nuevo sistema económico no precisará todos los trabajadores que existen en la actualidad. Las nuevas tecnologías dejarán a estas personas obsoletas y sin posibilidad de encontrar empleo». (p. 210). Para evitar el crecimiento de una clase completamente marginada, una de las posibilidades sería implementar una Renta Universal que garantice la subsistencia básica. El rápido cambio en las tecnologías debe fomentar un enfoque basado en el aprendizaje continuo y el reciclaje laboral. Para los que aún tengan un trabajo, pero se les dificulte con ello mantener a su familia, se los puede incentivar remunerándolos a cambio de prestaciones sociales, como actividades de ayuda a los más pobres (p. 209). El futuro del trabajo debido a la automatización es debatido hace bastante tiempo, no sólo por el W.E.F sino también por la Organización Internacional del Trabajo en sus reportes anuales.

En un corto plazo, será necesario un Gobierno Global, puesto que «las estructuras paralelas (facilitadas por las nuevas tecnologías y la migración de la actividad humana hacia plataformas digitales) podrán transmitir ideologías, reclutar seguidores y coordinar acciones contra - o a pesar de – los sistemas gubernamentales oficiales. Los gobiernos, en su forma actual, se verán obligados a cambiar a medida que su papel central en la conducción de políticas disminuye cada vez más (…). Cada vez más, los gobiernos serán vistos como centros de servicio público que serán evaluados en función de su capacidad para expandir el servicio entregado de la manera más eficiente e individualizada. En última instancia, es la capacidad de adaptación de los gobiernos lo que determinará su supervivencia. Si abrazan un mundo de cambios exponencialmente disruptivos (…) lo aguantarán. Al hacerlo, sin embargo, se transformarán completamente en células de poder mucho más delgadas y más eficientes, dentro de un entorno de nuevas y competitivas estructuras de poder». (p. 67)

Algunos de los campos donde repercutirá esta Revolución son los siguientes: Vehículos autónomos, impresión 3-D, robots avanzados (robots blandos son múltiples sensores, apariencia orgánica o partes orgánicas, conectados en red a otros robots y a información subida a la nube, administrada por Inteligencia Artificial avanzada), nuevos materiales (como el grafeno), Internet de las Cosas (con sensores de radiofrecuencia para rastrear objetos y personas), tecnología blockchain (la utilizada para el cifrado de los bitcoins, pero que en el futuro podría usarse no solo para el dinero digital, sino para cualquier tipo de registro de datos, desde datos personales y médicos hasta cualquier transacción), economía on-demand (con la interface obligada de plataformas digitales, como Uber), teletrabajo (con la consiguiente concentración del capital en los dueños de plataformas digitales), edición genética de seres humanos, agricultura y ganado (donde “la ciencia está progresando tan rápido que las limitaciones hoy día no son técnicas, sino más bien legales y éticas”). “Nos enfrentamos con nuevas preguntas acerca de qué significa ser humano, o qué información sobre nuestros cuerpos y salud debe ser compartida con otros” (p. 26)

Samuel Huntington, a quien se le atribuye la invención del término "hombre de Davos", argumentó en 2004 que los miembros de esta élite mundial "tienen poca necesidad de lealtad nacional, ven las fronteras nacionales como obstáculos que afortunadamente están desapareciendo y ven a los gobiernos nacionales como residuos del pasado cuya única función útil es facilitar las operaciones globales de la élite”.

Esto que es presentado como una suerte de “vaticinio” acerca de una realidad inexorable que “está ocurriendo” sin que nadie la impulse, por una evolución “natural”, es en realidad una agenda por la que se trabaja activamente en varios frentes simultáneamente. Basta con entrar a la página de internet del F.E.M., donde puede echarse a un vistazo a sus reuniones anuales y su Agenda7 con más de 56 áreas diferentes. Luego de COVID y Ciberseguridad, sus dos principales preocupaciones actuales, se encuentra toda una serie que comienza con las palabras “Modelando el futuro…”: Modelando el futuro de la producción y la manufactura avanzada; del consumo; de la economía digital; de la energía, de los nuevos materiales e infraestructura; del sistema financiero; de los bienes públicos “globales”; de la salud; de las inversiones; de los medios, del entretenimiento y el deporte; de la movilidad; de la Inteligencia Artificial con Aprendizaje Automático; del comercio; de la Internet de las Cosas y la transformación urbana; y de la Nueva Economía y la Nueva Sociedad.

Está bastante claro que quienes vaticinan un inexorable “gobierno global” sin decir quiénes serán esos gobernantes, no son más que los voceros de quienes planifican y ejecutan el cambio de sistema que los transformará en esos líderes globales, proceso para el cual sólo les falta crear las estructuras jurídicas adecuadas, ya que han logrado concentrar tal poder de facto que actualmente ya controlan en gran medida, de diversas maneras, el accionar de los gobiernos y el discurso de los medios y universidades. Detrás de Klaus Schwab, naturalmente, lo que está es la élite de poder financiero ultraconcentrado, con sus caras más visibles en la City de Londres y la Reserva Federal. 

Entre los miembros oficiales del directorio del Foro se encuentran Lawrence D. Fink (director de BlackRock), Oriet Gadish (presidente de Bain & Company), Kristalina Georgieva (directora del FMI), Christine Legard (presidente del Banco Europeo), Zhu Min (presidente del Instituto Nacional de Investigación Financiera de China, un think-tank de expertos en finanzas promovido por el Banco Central de ese país), Chrystia Freeland (viceprimer ministra de Canadá), Al Gore (ex vicepresidente de EEUU, impulsor de la agenda “verde” de reducción de emisiones de carbono), Herman Gref (presidente de Sberbank, el mayor banco de Rusia), la reina Rania Al Abdullah de Jordania, David Rubenstein (de Carlyle Group), Mark Schneider (Nestlé) y Leo Rafael Reif (presidente del Massachusets Institute of Technology, uno de los principales centros de investigación que colaboran con el desarrollo de nuevas tecnologías), pero también podemos encontrar en puestos menores a casi todos los mandatarios europeos y sus principales ministros. De hecho Schwab menciona orgulloso, en una conferencia en la Harvard Kennedy School en 2017, que por su programa de “jóvenes líderes globales” han pasado desde Ángela Merkel hasta Vladimir Putin, pero los que le producen más orgullo son las nuevas generaciones, mucho mejor adaptadas mentalmente a sus objetivos, y con quienes han logrado “penetrar en los gabinetes” con sus programas. Menciona explícitamente al presidente Trudeau de Canadá, Macron de Francia, y al presidente de Argentina (en ese entonces, Mauricio Macri).

La Red de Consejos para un Futuro Global se reunió el 3 y 4 de noviembre de 2019 en Dubai (había habido dos reuniones previas en 2016 y 2018), nucleando a grandes empresarios, banqueros, políticos, dueños de medios y otros líderes mundiales. Los debates realizados abarcaron una gran cantidad de áreas, donde se discutió cómo implementar una gobernanza global y dirigir los cambios relacionados con la Cuarta Revolución Industrial, por supuesto, salpicando todo continuamente con palabras como “inclusivo”, “sustentable”, “resilente”, etc.

El “programa de Davos”, además de aparecer expuesto de manera abierta en los canales de comunicación del Foro, puede seguirse en diversas declaraciones de algunos políticos de primer nivel, en notas periodísticas, en la Agenda 2030, y sugerido en las tapas de Times o The Economist, propiedad de la familia Rothschild. La Agenda 2030 pone como fecha tentativa ese año para concretar la serie de cambios necesarios para el nuevo sistema, que se irán realizando en etapas. En 2020 el Foro de Davos lanzó un video con ocho “predicciones” para el 2030 que resumen algunos de los puntos principales. Para entonces: EEUU ya no será la superpotencia líder (habrá un conjunto de potencias); se imprimirán órganos; comerás menos carne; billones de personas se verán desplazadas por “el cambio climático”; el combustible fósil será cosa del pasado; se llevarán a cabo viajes interplanetarios; los valores occidentales “habrán sido puestos a prueba hasta su punto de ruptura”; y el más revelador de todos sobre el nuevo sistema imperante, que se transformó en slogan: Para ese entonces “No tendrás nada y serás feliz”.

Un manifiesto transhumanista.

Uno de los asistentes a la reunión del Foro de Davos de 2016, donde se trató la temática de la Cuarta Revolución Industrial, fue Francisco Gonzalez, presidente de BBVA. A su regreso publicó un libro electrónico que nos parece sumamente didáctico al respecto del “programa” de Davos, titulado “El próximo paso: La vida exponencial”, de la Fundación Open Mind del banco BBVA, la cual hace abierta promoción de la “agenda” de Davos en toda su línea editorial. Lo citaremos in extenso, ya que resume en una sola fuente las ideas que insistentemente comienzan a instalarse en el debate público desde los lados más diversos, y constituyen los objetivos más visibles de la agenda. Los artículos que contiene el libro son escritos por los principales investigadores de algunas de las empresas de tecnología avanzada más importantes: El M.I.T., la Universidad de California, y varias empresas importantes de biotecnología, la mayoría con sede en California y algunas en Reino Unido.

Efectivamente, cuando hablamos de “transhumanismo” no puede decirse que sea una ideología definida y dogmática, sino una serie de campos interrelacionados. No todos los promotores entusiastas de algunas de estas cuestiones, como los ideólogos que mencionamos más arriba, apoyan todo el conjunto o tienen la misma visión sobre su desarrollo, pero los temas tienden a confluir dentro de una misma visión general y repetirse en la “agenda” impulsada desde estas altas esferas. Este e-book los resume a todos, y por ello nos parece interesante como una suerte de “manifiesto”. Los temas abordados son: Reversión el envejecimiento; robots blandos de apariencia orgánica; Internet de las Cosas en entornos de sensores ubicuos; inteligencia artificial; realidad aumentada; edición genética de seres humanos, plantas y animales; dinero digital; el futuro de la banca; catástrofes globales; viajes interestelares; futuro post-humano.

La principal característica en la que todos estos investigadores parecen acordar en el proceso en ciernes es la potenciación mutua de estos avances tecnológicos a través de diversos campos interrelacionados, por lo cual sostienen que los mismos obligatoriamente invadirán todos los aspectos de nuestras vidas, o según su fraseología, se volverán “ubicuos”. Esta idea de que los nuevos desarrollos no tendrán ningún límite (ni físico, ni ético) parece ser lo que les resulta más emocionante. Ello ocurrirá por ejemplo con la robótica, que incluirá desde androides de compañía, robots que imitan movimientos animales (como los “perros” de Boston Dinamics). implantes robóticos, o nanorobots de materiales blandos capaces (según se espera) de reproducirse, alimentarse e invadir cualquier medio. «Para conseguir la ubicuidad robótica no solo debemos estudiar y reproducir los hitos de la naturaleza, también ir más allá con un desarrollo más veloz (¡sin duda, menos dilatado en el tiempo que la propia evolución!) y más tecnologías generales y adaptables. (…)  La ventaja del paradigma del organismo artificial es que nos alienta a explotar todas las características de los organismos biológicos e, incluso, ir más allá» (p. 33). 

Podrían existir, por ejemplo, robots de menos de dos centímetros, similares a garrapatas, que pueden recorrer el cuerpo de una persona y tomar muestras de piel o sangre. La aplicación de nuevos materiales inteligentes (que reaccionan ante el calor o los estímulos eléctricos) sería fundamental para el desarrollo de este tipo de robots. Estos materiales también servirían para desarrollar pieles artificiales capaces de reproducir sensaciones táctiles, o dispositivos médicos biointegrables. Cuando estos desarrolladores dejan volar su imaginación parecen por momentos malos escritores de ciencia-ficción, sin embargo eso no impide que esas ideas de poco vuelo sigan guiando sus investigaciones. «Del mismo modo que el impacto de internet y de la World Wide Web eran imposibles de predecir, no podemos imaginar adónde nos llevará la robótica futura. ¿Realidad virtual inmersiva? Sin duda. ¿Cuerpos de recambio? Es probable. ¿Un trastorno total de nuestras vidas y de la sociedad? ¡Bastante posible!» (p. 43).

Por momentos uno adivina una suerte de «mística» que guía a estos desarrolladores. Quien crea que esta expresión es exagerada, puede echar un vistazo a los delirios de personas como Ray Kurzweil, quien pretende «llenar» el Universo (el cual se presupone compuesto de materia inerte) y “despertarlo” con “inteligencia” automatizada, introduciendo el diseño computarizado inteligente en nanobots reproducibles que serán arrojados agujeros de gusano para que viajen por el Cosmos y lo inunden8. El artículo de Joseph A. Paradiso, del M.I.T Media Lab, «El cerebro sensorial aumentado. Cómo conectarán los humanos con el internet de las cosas», sin llegar a tanto, está en esa línea. Allí queda explícito que la Internet de las Cosas deberá ir acompañada, para funcionar realmente en todo su potencial, de implantes cerebrales y un entorno de cámaras y sensores omnipresentes controlados por una potente I.A., sensores que estarán incluso en materiales flexibles como la ropa, en accesorios ponibles, o implantados y hasta pintados en la piel. «La internet de las cosas parte de la premisa de la ubicuidad de entornos dotados de sensores. (…) Parece haber una creciente proliferación de sensores de todo tipo y en todas partes, lo que indica una fase de transición inminente cuando estén bien conectados en red. (…) Este cambio creará un sistema nervioso electrónico continuo que cubrirá el planeta». (p 48) «Una interfaz adecuada para este sistema de sensores artificiales apunta a la creación de algo así como una omnisciencia digital, que puede aumentar en gran medida la consciencia de una persona en términos temporales y espaciales. Sería, pues, una interesante puesta en práctica de los medios electrónicos que McLuhan caracterizaba como una extensión del sistema nervioso humano». (p. 66) «Denominamos este proceso Cross Reality o realidad cruzada, es decir, un entorno omnipresente y aumentado en todos los aspectos, en el cual los datos de sensores se manifiestan con fluidez en mundos virtuales en los que se puede navegar de un modo intuitivo». (p 66) «que hará que la actual división de nuestra atención entre los teléfonos móviles y el mundo real parezca pintoresca y arcaica» (p 70).

«Entramos en un mundo en el cual la información de sensores ubicuos del espacio que nos rodea se propagará por varios niveles de lo que hoy denominamos «la nube», para después proyectarse sobre nuestro entorno físico y lógico a modo de información contextual que guiará los procesos y las aplicaciones que se manifiesten a nuestro alrededor. No nos sacaremos los teléfonos del bolsillo para desviar nuestra atención hacia una interfaz de usuario táctil, más bien encontraremos la información distribuida entre dispositivos que llevaremos puestos y pantallas de ambiente de nuestro alrededor, (…) A día de hoy, la veo como una prolongación de nosotros mismos y no como la encarnación de un «otro». (…) Esta información estará regida por el contexto y la atención, no por la petición directa, y en gran medida será precognitiva. (…) De hecho, en este futuro las fronteras del individuo serán muy difusas. (…) En el futuro, cuando vivamos y aprendamos en un mundo profundamente surcado por redes de dispositivos ponibles y, en última instancia, implantables, la manera en que nuestra esencia e individualidad se repartirá entre las neuronas orgánicas y aquello en lo que se haya convertido el ecosistema de información planteará una frontera fascinante que promete redefinir la humanidad». (p 70)

Fascinante tal vez para algunos, pero viendo el uso que se le da hoy mismo a las funciones precognitivas de Google o las sugerencias de Facebook, el proceso, lejos de potenciar las facultades cognitivas individuales, parece por el contrario crear individuos con una voluntad cada vez menos libre y sujeta a las “sugerencias” y sugestiones continuas de su entorno, que según estos vaticinios, interferirán en el mismo flujo de sus pensamientos cotidianos y sus acciones diarias, si no llegan más profundo con dispositivos implantables de neuromodulación o “cerebros en colmena”, lo cual puede parecer ciencia ficción, pero sin embargo la tecnología para realizarlo ya existe. Esto podría resultar una simple opinión pintoresca si no fuese porque hay gente situada en las más altas esferas de poder que se lo toma muy en serio, y está dispuesta a volver realidad escenarios como este en el menor tiempo posible.

Tales sensores omnipresentes no serían otra cosa que «una serie de dispositivos repartidos por nuestro entorno que reúnen datos sobre nosotros y también para nosotros». (p. 144) «Dispositivos multisensoriales de realidad mixta, que difuminarían la frontera entre lo real y las animaciones computadas proyectadas en el entorno. La geolocalización de los celulares actuales y las gafas de realidad virtual podrían evolucionar hacia trajes computarizados o incluso a implantes que modificarían los sentidos». Estas gafas ya existen actualmente, son similares a lentes de contacto, capaces de mezclar imágenes de realidad virtual con el entorno percibido, y han sido dadas a conocer recientemente.

Chris Skinner, del Financial Service Club, de Essex, imagina así el futuro el cual se habla en estas “altas esferas”: «Probablemente, el cambio más significativo y más previsible es que viviremos más tiempo. (…) La explicación a esta longevidad es que el humano tendrá algo de máquina y la máquina algo de humano. (…) El cíborg llegará antes de que pasen treinta y cinco años, según un reconocido futurólogo. Si a esta ya sugerente gama de posibilidades, se suman otras fórmulas para prolongar la vida, como los nanorrobots, o la posibilidad de dejar nuestra memoria humana en la red después de morir, el mundo será un lugar de magia hecha realidad». (SIC)

«Coches sin conductor, biotecnologías, redes inteligentes y tantas cosas más trasladarán las fantasías de Minority Report y Star Trek a un mundo de ciencia que tiene poco de ficción y mucho de realidad. Incluso se podría monitorizar la actividad cerebral y alertar a expertos sanitarios o a los servicios de seguridad antes de que se produzca una agresión, como en la antiutopía de Philip K Dick, Minority Report» (…)

«Así pues, en esta quinta edad del hombre, en la que hombre y máquina crean superhumanos, ¿cuál sería el sistema de intercambio de valor? No será el dinero y probablemente tampoco las transacciones de datos, sino que habrá otra estructura. He aludido a ella muchas veces, porque está bastante claro que en el futuro el dinero desaparecerá». Esta nueva “estructura”, como bien indica la palabra, no se tratará sólo de un cambio en la mercancía de valor usada como moneda, sino “sistemas de pago disruptivos” que incluyen reconocimiento por huellas digitales, reconocimiento facial y de voz, como mínimo, ya que la Internet de las Cosas y los dispositivos intracorporales habilitarían otras opciones. 

«Cuando los robots hayan pasado a encargarse de muchos de los trabajos y el hombre colonice el espacio, ¿seguirá centrado en la gestión de la riqueza y la creación de valor o habrá pasado a preocuparse de asuntos más filantrópicos? (…) Por eso Bill Gates, Warren Buffett y Mark Zuckerberg empiezan a interesarse por estructuras filantrópicas, una vez que el dinero y la riqueza ya no significan nada para ellos». (…) «Si todos estamos en la red y todos tenemos voz, y una sola voz puede tener la fuerza de muchas, ¿de verdad lograremos algún día ir más allá del interés propio? (…) La pregunta suscita interesantes cuestiones acerca de cómo y qué nos parecerá importante una vez que las tecnologías de prolongación de la vida y la bioingeniería nos hayan convertido en superhumanos». (p. 256-257). Una rara conjunción de Nietzche y colectivismo comunista, que reencontramos por muchas partes.

Otros objetivos de esta revolución tecnológica como las emulaciones cerebrales (copias informáticas de cerebros reales que harían el trabajo ”pesado” –virtual- y vivirían en un mundo de realidad virtual) son en cambio algo que se plantea para un futuro lejano, pero se intenta avanzar en esa dirección, perfeccionando las técnicas de mapeo cerebral. Debemos decir que la sección dedicada a cómo serían las “ciudades” donde vivirían las emulaciones parece una novela muy mala de ciencia-ficción, pero su autor, Robin Hanson, del Future of Humanity Institute de Oxford, parece estar hablando en serio.

A riesgo de extendernos un poco, dedicaremos unas líneas al artículo «Ingeniería humana para frenar el cambio climático», de S Matthew Lao, director actual del Centro de Bioética de la Universidad de Nueva York y profesor de Salud Pública Global, ya que es quizás el más asombroso.

En él propone combatir el “cambio climático” (una coartada multiuso) mediante la edición genética de los seres humanos. Así, por ejemplo, para que haya menos emisiones de metano a la atmósfera por parte del ganado (lo cual no está demostrado en lo más mínimo que cause “cambio climático”) se debe comer menos carne, y para ello se podría «inducir artificialmente una ligera intolerancia a la carne roja (…) estimulando el sistema inmunológico contra las proteínas comunes en la carne de vacuno». (p. 281). Otra forma de reducir la “huella ecológica”, esta vez no del ganado sino de los mismos seres humanos, cuya actividad vital amenaza al planeta en forma catastrófica, según él, sería hacer que nazcan seres humanos de menor estatura. (p. 281). 

Ello se podría hacer seleccionando los embriones de menor estatura (los embriones guardados en clínicas de fertilidad, se apresura a aclarar, pero no parece que una intervención de esa naturaleza pueda generar un cambio apreciable en las “emisiones de carbono” si no es masiva, y luego se refiere de hecho a intervenciones masivas), o bien con otros métodos como tratamientos hormonales para ralentizar el crecimiento, o mediante drogas administradas al feto durante la gestación.

Otro método para reducir la huella de carbono humana, sería obviamente reducir los índices de natalidad, en este caso mediante un método menos drástico, la promoción del acceso de las mujeres a la educación (lo curioso aquí es que diga explícitamente que el objetivo es bajar la natalidad y no la educación de las mujeres). Por último, otra “solución” al “cambio climático” sería inducir el altruismo y la empatía farmacológicamente (¿?). Menciona la administración de oxitocina o de un inhibidor de noradrenalina, en un verdadero plan “Mundo Feliz” de Huxley. Otras intervenciones genéticas “si nos dejamos llevar por la fantasía”, podrían reducir nuestras necesidades de alimento y agua (sic), o dotarnos de ojos de gato que nos permitan ver en la oscuridad (p. 286).

«Como hemos visto, ante la gravedad del cambio climático, algunas personas han propuesto controlar la reproducción humana y adoptar algo parecido a la política china del hijo único. Sin embargo, supongamos que el problema en cuestión es determinar un cierto tipo de asignación fija de emisiones de gases de efecto invernadero por familia. Si es así, una vez fijada la tasa de emisiones de efecto invernadero, la ingeniería humana podría dar a las familias la opción de elegir entre tener un hijo alto, dos de mediana estatura o tres de baja estatura. En este contexto, la ingeniería humana parece fomentar más la libertad que una política que diga que solo se pueden tener uno o dos hijos». (p. 286)

La argumentación increíblemente chapucera del artículo, con el espantajo del cambio catastrófico climático antropocéntrico por culpa de las emisiones de carbono (ampliamente discutido y refutado por científicos eminentes) no es desgraciadamente un caso aislado. Con diferentes excusas, la agenda de la superélite planetaria insiste en un nuevo sistema donde se prive al común de los seres humanos de la carne, los desplazamientos y otro tipo de libertades, con coartadas que van cambiando, y pueden ser tanto el cambio climático como el terrorismo o un nuevo virus.

El siguiente artículo sobre neurociencias y neuroética, de James Giordano, de la Universidad de Georgetown, habla sobre técnicas de intervención neuromoduladoras, mediante estimulación magnética transcraneal, implantes de tejido neural y sistemas de interfaz cerebro-máquina. Esas técnicas han avanzado mucho desde el 2016.

El texto de Luciano Floridi de la Universidad de Oxford nos ofrece un marco teórico de carácter más filosófico donde situar todas estas elucubraciones. Sitúa al futuro cercano en una perspectiva histórica que traza desde la prehistoria, como constituyendo una nueva etapa en la vida humana, inaugurada por las nuevas tecnologías. Esta nueva etapa es denominada, de forma bastante curiosa, “hiperhistoria” o “salida de la historia”, con un resabio mesiánico que trae ecos tanto del “fin de la historia” de Fukuyama como de la “sociedad sin clases” donde cesarían todos los conflictos del Manifiesto Comunista, una idea que parece haber aparecido por muy diferentes lados en el último siglo y medio.

«En la hiperhistoria hay TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), que registran, transmiten, pero sobre todo procesan datos de forma cada vez más autónoma, y las sociedades humanas dependen de ellas y de la información como recurso fundamental. El valor añadido llega cuando pasamos de relacionarnos con las TIC a depender de ellas. Ya no podemos desenchufar nuestro mundo de las TIC sin apagarlo totalmente».

«La bioquímica sintética, la neurociencia, el internet de las cosas, las exploraciones planetarias no tripuladas, las tecnologías verdes, los nuevos tratamientos médicos, los medios sociales, los juegos digitales, aplicaciones agrícolas y financieras, el desarrollo económico y de la industria energética, nuestras actividades de descubrimiento, invención, diseño, control, educación, trabajo, relaciones sociales, ocio, atención médica, seguridad, negocios, etcétera, no solo no serían factibles, resultarían impensables en un contexto histórico puramente mecánico». Con «contexto histórico puramente mecánico» el autor se refiere a la situación natural biológica, a la que se suman las invenciones mecánicas desarrolladas desde la Revolución Industrial, o sea la realidad en que vivimos. «Estamos presenciando la definición de un escenario macroscópico en el que la hiperhistoria y la re-ontologización de la infoesfera en la que vivimos están poniendo distancia muy rápidamente entre las generaciones futuras y la nuestra». (p. 318) Más que “rápidamente”, el cambio esperado es definido a renglón seguido como “repentino” e incluso “inesperado”. De todos modos seguimos sin entender por qué llama a esta nueva etapa “hiperhistoria” o “salida de la historia”. ¿Acaso cesarán entonces los conflictos y la creatividad humana, o es que se asume que se alcanzará una especie de “perfección” en la Tierra donde ya no habría más que hacer?

Esta “sociedad de información” que aparentemente representa la cúspide de la historia humana no podrá surgir sin un ordenamiento global. La desaparición de los Estados-Nación al transformarse definitivamente en “sociedades de la información” es comparado con la apoptosis celular (autodestrucción de las células), como un “proceso natural” y saludable. Las dos guerras mundiales fueron enfrentamientos de Estados Nación que se resistieron a dejarse coordinar por “sistemas multiagente” (SMA) mayores que ellos, los cuales surgieron definitivamente en la postguerra: “la Sociedad de Naciones, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, las Naciones Unidas, la Unión Europea, la OTAN, etcétera.” (p. 322). Los problemas globales precisan de la participación de agentes globales. La última apoptosis política del Estado ha sido el Consenso de Washington, el cual puso en relieve que, después de la Segunda Guerra Mundial, se admite abiertamente el poder de organizaciones e instituciones no gubernamentales para influir en los escenarios políticos y económicos internacionales, aplicando políticas globales.

Las TIC le sacan al Estado el monopolio de la información. “Cuanto más dependientes de la información son los bienes físicos e incluso el dinero, más importante es el aspecto financiero del poder informativo que ejercen los SMA.” (p. 324). Las TIC también “desterritorializan” la experiencia humana, haciendo que las fronteras nacionales sean irrelevantes. Crean lo que Manuel Castells ha llamado una “sociedad de redes”, basada en la interconexión urbana alimentada por la comunicación mediante dispositivos electrónicos. Las TIC «han creado, y están ampliando exponencialmente, regiones de la infoesfera en las que cada vez más agentes (no solo humanos) operan y pasan más tiempo en la experiencia onlife (un nuevo espacio donde la frontera entre lo online y lo offline se ha borrado)». (p. 324). 

Las TIC además “fluidizan” la topología de la política, promoviendo “la agregación, disgregación y reagregación oportunas de grupos distribuidos «bajo demanda», alrededor de intereses compartidos”, superando las “limitaciones” de “las clases sociales, los partidos políticos, las características étnicas” (p. 325)

«Una consecuencia importante de la desintegración de la ecuación «SMA político = Estado-nación = Ciudadanía = Tierra = Historia» y el desacoplamiento de la identidad y la cohesión en un SMA político es que el viejo problema teórico de cómo consentir que nos gobierne una autoridad política se ve desde una nueva perspectiva». (p. 331) En el marco hiperhistórico la actitud por defecto es optar por la integración social, que se ejerce siempre que un agente se somete al SMA político de modo condicional y para un fin concreto. «Esta participación tiene una naturaleza cada vez más «justo a tiempo», «bajo demanda», «orientada a objetivos» y en absoluto permanente, no a largo plazo ni estable. (…) El interlocutor, el ciudadano-consumidor necesita ser convencido cada vez.” La pertenencia tiene que ser construida y renovada, en un proceso de recaptación continua. “Ser militante de un partido (y también de un sindicato) es una situación moderna que probablemente se hará cada vez menos común». (p. 331)

Esta nueva situación de la humanidad en la “hiperhistoria”, donde nada es permanente, deberá ser regulada por lo que el autor llama con otra palabra bastante curiosa “infraética”, “una infraestructura que está ahí para facilitar o impedir la conducta moral o inmoral de los agentes implicados.”

Como todos los planteos transhumanistas, la propuesta es un poco elusiva y deja algunas cuestiones sugeridas sin aclararlas del todo. ¿Por qué la “sociedad de información” implica la desaparición de estructuras de organización intermedias como los estados-nación, e incluso cualquier otra estructura menor como las clases o incluso las familias, en algunas visiones? Para plantear como posible el escenario de una masa mundial de individuos sueltos unidos únicamente a un “gobierno global” y nada más, debemos suponer de entrada una suerte de “conexión” que es mucho más que “ideal”, sino más bien literal y casi física. Una conexión de hecho mental posible mediante la “internet de las cosas”, que conecta a los individuos entre sí y a todo el conjunto a una instancia coordinadora omnipresente, que supuestamente estaría determinada por una I.A. Ello es lo que no se termina de aclarar, pero queda complementado por los artículos anteriores sobre sensores ubicuos y conexiones neuronales. Sólo así se completa el cuadro de manera más convincente.

Finalmente, el anteúltimo artículo indaga el concepto de “riesgo existencial” de Nick Bostom, haciendo un repaso de las maneras en que la humanidad podría extinguirse. Uno se pregunta a qué se debe esa “obsesión” con una catástrofe global. El autor es Seán Ó hÉigeartaigh, director ejecutivo del Centro para el Estudio del Riesgo Existencial (CSER), en Cambridge, Reino Unido, y codesarrollador del Centre for the Future of Intelligence. Con anterioridad dirigió programas de investigación interdisciplinares sobre tecnologías emergentes y modelos de riesgos catastróficos en el Future of Humanity Institute de Oxford. Su artículo es financiado por la Templeton World Charity Foundation.

«La especie cambiará todavía más durante las décadas y los siglos venideros, en la medida en que desarrollemos la capacidad de modificar nuestra biología, ampliar nuestras capacidades mediante varias formas de interacción humano-máquina y ahondar en el proceso de innovación sociocultural». (p. 348).

«Los procesos que sustentan la salud de nuestro planeta están interrelacionados a través de todo tipo de vías complejas (…) A pesar de nuestros diversos procesos coordinados, como especie tenemos una capacidad muy limitada para actuar como una entidad coordinada a escala planetaria, capaz de tomar las medidas más racionales en interés del conjunto de la humanidad o en el mejor interés de nuestra supervivencia y prosperidad continuadas” (…) Un brote relativamente leve de lo que debería de ser una enfermedad fácil de controlar (se refiere al brote de ébola de 2014) puso de relieve lo inadecuado de la preparación y la respuesta ante pandemias. Tuvimos suerte de que no se tratara de una enfermedad de mayor potencial pandémico, como una capaz de transmitirse por el aire y caracterizada por periodos de incubación largos». (p. 353)

«Los problemas de acción colectiva son tan antiguos como la humanidad y hemos avanzado mucho en el diseño de instituciones eficaces, en especial tras la Primera y la Segunda Guerras Mundiales. (…) En la era en la que estamos entrando, los mayores riesgos que se nos presentan tienen una probabilidad abrumadoramente alta de ser el producto de nuestras propias actividades y de nuestra falta de capacidad para domeñar y limitar nuestro poder de forma colectiva». (p. 354)

Por supuesto, la principal sombría catástrofe que nos acecha es el “cambio climático”, pero también «algunos temas de biociencia y bioingeniería», como la manipulación y la modificación de determinados virus y bacterias y la creación de organismos con características y capacidades nuevas (ingeniería genética y biología sintética). También la geoingeniería: un conjunto de intervenciones tecnológicas a gran escala que tendrían el propósito de manipular el clima para ralentizar o invertir los impactos del cambio climático. Cita como ejemplo la idea de enfriar la radiación solar soltando polvo en la atmósfera, proyecto que el año pasado Bill Gates quería llevar a cabo. Por último, por supuesto, están los peligros relacionados con los avances en la inteligencia artificial. Finalmente el último artículo se ocupa de viajes interestelares, la posibilidad de encuentro con seres inteligentes extraterrestres y el futuro post-humano.

El gran reinicio.

En 2020, en plena pandemia, Klaus Schwab edita otro libro: El Gran Reinicio. En el mismo queda muy claro cómo la pandemia da el marco y la excusa perfecta para avanzar con la agenda prefijada, realizando un corte en la historia, un “antes y después” del Covid. Aunque pareciera que la frase “gran reinicio” ha nacido a raíz de la pandemia y los cambios introducidos en la vida cotidiana, junto a la recesión económica mundial causada por esas mismas medidas, lo cierto es que la frase venía siendo utilizada desde 2016 por Christine Legard y el mismo Schwab, para referirse a los cambios disruptivos en la matriz productiva e incluso en la existencia del dinero en efectivo.

Este plan de “reajuste del mundo” fue publicado por el Foro Económico Mundial en Forum Publishing, y está firmado por Klaus Schwab, quien además del presidente del W.E.F. es ex miembro del comité directivo del Grupo Bilderberg y miembro del Consejo Internacional del Centro Peres para la Paz; y por su mano derecha, el consultor Thierry Malleret, casado con la ex ayudante del Príncipe Carlos, quien es consultor financiero, especialista en Rusia, y trabajó sucesivamente en el gabinete militar de Jacques Chirac, en el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo con Jacques Attali (autor de Breve historia del futuro) y luego como asesor principal del oligarca ruso-israelí Mijail Fridman en Alfa Bank.

Decía entonces Schwab a mediados de 2020, cuando aún no había vacunas disponibles contra el Covid-19: «La suposición fundamental es que la pandemia podría seguir afectándonos hasta el 2022». (…) «No se puede considerar un regreso completo a la “normalidad” hasta que no se disponga de una vacuna. (…) El verdadero desafío es la fabricación de miles de millones de dosis. El siguiente obstáculo es el desafío político de vacunar a suficientes personas en todo el mundo (…) a pesar del creciente movimiento anti-vacunación».

«La pandemia nos ofrece una oportunidad: representa una excepcional pero estrecha ventana de oportunidad para reflexionar, reinventar y reajustar nuestro mundo».  «No puede haber una recuperación sostenible sin un marco de gobernanza estratégica mundial».  Schwab es muy explícito sobre lo que significa el “gran reinicio” y la “nueva normalidad”: «Muchos de nosotros nos preguntamos cuándo volverán las cosas a la normalidad. La respuesta es corta: nunca. (…) La pandemia de coronavirus marca un punto de inflexión fundamental en nuestra trayectoria global. (…) El mundo tal y como lo conocíamos en los primeros meses de 2020 ya no existe, se ha disuelto en el contexto de la pandemia». (…) Habrá una era «antes del coronavirus» (B.C.) y «después del coronavirus» (A.C.).

¿Fue realmente un patógeno de las vías respiratorias que ha causado unos 6 millones de muertos en el mundo, el responsable de que haya un “antes” y un “después” de su existencia? Esto parece realmente exagerado. ¿O son los programas que se desplegarán como excusa por ese patógeno, la base de la mutación hacia un nuevo mundo, los que marcarán un “antes y un “después”? Cuando Klaus Schwab dice “nunca”, ¿qué quiere decir? “Nunca” es una palabra muy grande, y ciertamente más tratándose de restricciones9. 

Los planificadores de la pandemia estiman que sus consecuencias se prolongarán largamente, demasiado largamente, hasta 2030, lo cual curiosamente coincide con el año fijado para la Agenda 2030 que ellos mismos promocionan. ¿Acaso Schwab supone que en el 2030 se consolidará una “nueva realidad” inmutable, de la cual las restricciones sobre la población por parte de las autoridades con la excusa de la pandemia son los prolegómenos? No estamos exagerando. Sus palabras no constituyen un mero furcio al que no debamos darle importancia. Se trata al contrario de palabras meditadas, dichas desde una posición de autoridad, pero que son soltadas “como al pasar” para producir un efecto psicológico en el oyente, y no demostrar de forma evidente ciertos planes que son presentados como “previsiones” personales de un sabio.

Se busca entre otras cosas normalizar la vigilancia de la población, al estilo chino, con excusas de “seguridad sanitaria”. “En los próximos meses y años, la compensación entre los beneficios para la salud pública y la pérdida de la privacidad será cuidadosamente sopesada, convirtiéndose en el tema de muchas conversaciones y acalorados debates. La mayoría de la gente, temiendo el peligro del COVID-19, se preguntará: ¿No sería una tontería no aprovechar el poder de la tecnología para venir a salvarnos cuando somos víctimas de una epidemia y nos enfrentamos a algún tipo de situación de vida o muerte? Entonces estarán dispuestos a renunciar a gran parte de su vida privada y estarán de acuerdo para que en tales circunstancias el poder público pueda anular legítimamente los derechos individuales.”

Por supuesto, también es por culpa de “la pandemia” (no de las absurdas, ineficaces e interminables medidas de cuarentena generalizada y “distancia social” ordenadas por los gobiernos) que se produjo la mayor caída en la economía mundial, y la mayor transferencia de riqueza hacia los super-millonarios de los últimos tiempos, y tal vez de toda la historia (en un período de tiempo tan breve y en todo el mundo). Pero ello tampoco es algo circunstancial, de lo cual nos recuperaremos, como ha ocurrido con hechos más trágicos y devastadores, como la Segunda Guerra Mundial. Según Schwab no se volverá a la normalidad, y será el inicio de cambios profundos y permanentes.

«Algunos líderes de la industria y altos directivos pueden tender a equiparar la reinicialización con un nuevo arranque, con la esperanza de volver a la normalidad y restaurar lo que funcionaba en el pasado: las tradiciones, los procedimientos probados y las formas familiares de hacer las cosas. En resumen, una vuelta a “los negocios como siempre”. Esto no sucederá porque no puede suceder».

«Es probable que las medidas de distanciamiento social y físico persistan después de que haya pasado la pandemia como tal (¿por qué?), lo cual justificará la decisión de muchas empresas de diferentes sectores de acelerar la automatización. Después de algún tiempo, la persistente preocupación por el desempleo tecnológico desaparecerá a medida que las empresas insistan en la necesidad de reestructurar el lugar de trabajo para reducir al mínimo el contacto humano cercano. De hecho, las tecnologías de automatización se adaptan especialmente bien a un mundo en el que los seres humanos no pueden acercarse demasiado unos a otros. […] Hasta el 86% de los empleos en la restauración, el 75% de los empleos en el comercio minorista y el 59% de los empleos en el entretenimiento podrían automatizarse para el 2035. Por todas estas razones, Bain & Company estima que el número de empresas que implementan la automatización de los procesos de negocios se duplicará en los próximos dos años».

«La recesión inducida por la pandemia desencadenará un fuerte aumento de la sustitución de la mano de obra, lo que significa que la mano de obra física será sustituida por robots y máquinas ‘inteligentes’, lo que a su vez provocará cambios duraderos y estructurales en el mercado laboral».

Sin duda queda claro que el que viene será «un mundo con tasas elevadas de desempleo», lo cual no parece poder achacarse al nuevo patógeno, sino en todo caso a las políticas de los estados. Pero además debemos creer que al final del proceso se arribará a un reordenamiento tecnológico estable, a un orden geopolítico y social nuevo, y también a una acumulación concentrada de poder definitiva, ya que finalmente dejará de ser una exigencia el crecimiento o desarrollo continuo económico y tecnológico para los países, que será reemplazado por un sistema global más fijo y administrado. «La ‘tiranía del crecimiento del PIB’ terminará».

No hay que creer erradamente que el Foro de Davos representa sólo el punto de vista de capitalistas insensibles ultramillonarios, que lucran con la pandemia, sino que, como queremos demostrar, representa una agenda hacia un nuevo gobierno global controlado por ellos (a través de “agentes múltiples”), donde los Estados Nacionales serán simples ejecutores de las políticas decididas por la “elite”.

«El control público de las empresas privadas aumentará (…) Los gobiernos alentarán decididamente las asociaciones entre el sector público y el privado a fin de que las empresas privadas puedan participar más en la mitigación de los riesgos mundiales. Independientemente de los detalles, el papel del Estado aumentará. (…) Se procurará activamente la investigación y el desarrollo de bienes públicos mundiales, como soluciones para la salud y el cambio climático. Los impuestos aumentarán».

Lógicamente, la pandemia de Covid-19, y las próximas que vengan, darán la excusa para el desarrollo del metaverso o mundo virtual donde trasladar las interacciones humanas ya limitadas. «El mundo de la educación, como tantos otros sectores, se volverá parcialmente virtual». «Un efecto importante del confinamiento será la expansión y la progresión del mundo digital de manera decisiva y a menudo permanente». «El imperativo actual de impulsar la ‘economía sin contacto’ pase lo que pase y la consiguiente voluntad de los reguladores para acelerarla significa que ya no hay bloqueo. (…) Durante la contención, se produjo repentinamente una relajación casi mundial de los reglamentos que anteriormente habían impedido el progreso en esferas en las que la tecnología ya estaba disponible desde años atrás».

«Las empresas no se adherirán necesariamente a estas medidas porque las consideren ‘buenas’, sino más bien porque el ‘precio’ por no hacerlo será demasiado alto en términos de la ira de los activistas, desde los inversores activistas hasta los activistas sociales». 

Lo curioso es lo siguiente: Si esta revolución va a ser tan maravillosa, ¿por qué parece estar siendo conducida casi en secreto, haciendo el menor ruido posible sobre ella, agitando el miedo y con excusas que no resisten un análisis serio?

Breves antecedentes de la agenda de Davos

Aunque la agenda de Davos está íntimamente ligada a algunos desarrollos tecnológicos recientes, algunos de sus objetivos vienen siendo diseñados desde hace décadas. Basta recordar que la novela Un mundo felíz, de Aldous Huxley, a la cual la realidad va pareciéndose cada vez más, es una visión novelada y crítica elaborada en base a los proyectos que se discutían ya por entonces en los círculos a los cuales pertenecía su hermano Julian Huxley, miembro de la Sociedad de la Eugenesia Británica y primer director de la Unesco.

El Foro Económico Mundial fue fundado en 1971 por Schwab y su esposa. Schwab es un modesto profesor universitario que no parece más que oficiar de figurante. Detrás de ellos uno de sus principales impulsores fue el Club de Roma, fundado tres años antes, también en Suiza, por el industrial italiano Aurelio Peccei y el químico escocés Alexander King, luego de una reunión privada con David Rockefeller en una de las residencias de la familia en Bellagio. La primera conferencia del por entonces modesto grupo en la Accademia dei Lincei fue inmediatamente traducida al ingles y difundida por el secretario de Estado norteamericano Dean Rusk.

La primera publicación importante del Club llegaría en 1972, con el famoso libro Los límites del crecimiento, fimado por Peccei pero realizado por Donella Meadoes del M.I.T, en base a proyecciones y modelos informáticos desarrollados por Jay Forrester, otro de los miembros fundadores del Club de Roma. El libro se centra básicamente en el problema de la superpoblación mundial y el agotamiento de los recursos. Alerta sobre el calentamiento global y augura que el planeta llegará al límite de la capacidad de sus recursos naturales entre el 2008 y el 2020. Este libro, muy promocionado, impulsará el desarrollo de varias corrientes ambientalistas y ecologistas, como el ecofeminismo de Françoise d’ Eaubonne. En la reunión del Foro de Davos de 1973, Peccei resumiría las ideas allí expresadas. Sin embargo en general las advertencias del libro fueron consideradas desproporcionadas y absurdas, sin una evidencia científica sólida que las sustente. 

La tendencia a la exageración y a las afirmaciones ideológicas, sustentadas con estudios sesgados, consecuencia de una agenda no confesada del todo, son propias de todos los documentos que emanan de estos centros, que a veces incluso la juegan de “críticos del sistema”, ello explica que el programa de la élite plutocrática termine siendo adoptado sin resistencia por grupos de izquierda antisistema (que por supuesto son infiltrados y financiados, si no directamente creados, para asegurar que se dirijan en esa dirección, como por lo demás ocurre con instituciones de todo tipo). En este caso, las ideas y sugestiones plantadas allí darían fruto pronto, y en 1973 las Naciones Unidas llevarían adelante la Primera Cumbre para la Tierra en Estocolmo, Suecia, donde se plantea por primera vez la cuestión del “cambio climático” y el agotamiento de los recursos planetarios.

En Reshaping the international order, de 1976, el Club de Roma vuelve sobre los desafíos de construir un nuevo orden internacional. Bajo el manto de la preocupación por los problemas de los países pobres y las inequidades propone redefinir la idea de soberanía nacional y crear instancias de decisión supranacionales. Las naciones industrializadas deben ceder voluntariamente parte de su poder a instituciones internacionales, como la ONU. Deben encararse reformas que permitan un sistema financiero y económico mundial regulado, y un sistema de producción de comida. Este último problema debe ser resuelto frenando el crecimiento de la población y cambiando los patrones de consumo de los países desarrollados (p. 233).

Las preocupaciones del Club de Roma coincidían con las del infaltable Henry Kissinger, quien en el Informe NSSM de 1974 (conocido como Informe Kissinger), subtitulado Implicaciones del crecimiento mundial de la población para la seguridad americana y los intereses de ultramar, lanzaba el mismo mensaje, pero no en clave filantrópica y progresista, sino agitando el fantasma de la seguridad nacional.

El Club de Roma, por su parte, mantendría su obsesión con las políticas de reducción de población durante los próximos decenios. Luego de la muerte de Peccei en 1984, Alexander King quedará como único presidente del Club de Roma. King es además miembro de la Orden de San Miguel y San Jorge y la Orden del Imperio británico, que distinguen a quienes han rendido servicios muy especiales a la Mancomunidad Británica de Naciones. Antes de renunciar, en 1988, King relanzará el Club de Roma en una conferencia extraordinaria en París, donde asegurará que el problema de la superpoblación durará “unos 20 o 30 años más” (y ello fue bastante cierto, ya que actualmente, con excepción de África, la media de dos hijos o menos por pareja llevará a una reducción de la población planetaria en la próxima generación). En el documento La gran transición, presentado por King antes de la exposición de los demás miembros, expresa la convicción de que el mundo ha entrado en una larga fase de transición hacia un tipo completamente nuevo de sociedad global. Esto se considera la consecuencia inevitable de una serie de tendencias, como la “explosión” de la población mundial, las nuevas tecnologías avanzadas y el aumento de la interdependencia de las naciones, que erosiona su soberanía. “Ante la nueva sociedad mundial, es necesario pensar en términos globales y a largo plazo", manifestó entonces10, entusiasmado con la idea de un acercamiento ente Oriente y Occidente con la presidencia de Gorbachov (por entonces él mismo miembro del Club de Roma). Se espera que la transición sea larga y difícil. La solución de los muchos problemas que plantea requerirá políticas a largo plazo y una comprensión pública generalizada de su necesidad.

En 1991 Alexander King publica junto a Bertrand Schneider La Primera Revolución Global, otro producto colectivo del think-tank representado por el Club de Roma, el cual suele ser considerado como una continuación de Los límites del crecimiento. A fines de ese mismo año se disolverá definitivamente la Unión Soviética, dando comienzo a la era de la globalización. En este libro las políticas propuestas utilizarán nuevamente la coartada ambientalista. «Al buscar un enemigo común contra el cual unirnos, se nos ocurrió la idea de que la contaminación, la amenaza del calentamiento global, la escasez de agua, el hambre y cosas por el estilo, encajarían bien. (…) [Pero] todos estos peligros son causados ​​por la intervención humana en los procesos naturales, y sólo se pueden superar mediante el cambio de actitudes y comportamientos. El verdadero enemigo entonces es la humanidad misma». (p. 75). El “acercamiento con Oriente” de quienes ya controlaban Occidente, indispensable para la arquitectura de un verdadero gobierno global, comenzará entonces a plantearse respecto a China.

Otra organización hermana de la élite planetaria es el Grupo Bildelberg, el cual en su reunión de 1968 en Montreal (tres años antes de la fundación del foro Económico Mundial) delinea el concepto de empresas transnacionales, poderes fácticos económicos y financieros con mayor poder que cualquier estado nacional.

Al comenzar la actual pandemia, todos los medios, que a pesar de su aparente diversidad responden a los mismos dueños, comenzaron a hablar de una multitud de temas que no tenían demasiado que ver con la epidemia, pero que se instalaron con la excusa de la misma: Las ventajas de las apps de control, del dinero digital (que evita el contacto y los microbios), y paulatinamente comenzó a hablarse de “telemedicina” o “medicina personalizada”. Comenzaron a aparecer noticias sobre papers e investigaciones que hasta el momento no eran demasiado conocidas siquiera en medios especializados. Y sobre todo se instaló una palabra “la nueva normalidad”. Debemos preguntarnos entonces, ¿tienen algo que ver los impulsores de la “Cuarta Revolución Industrial” con la actual pandemia? ¿Se han aprovechado de ella de alguna manera para sus planes, han desviado el curso de las acciones destinadas a combatirla, o directamente han digitado e inventado una pandemia donde no la había?

Si hay algo que debe llamar la atención hasta del observador menos atento, es que en el curso de esta pandemia se impuso rápidamente una sola respuesta global y un solo curso de acción, que no sufrió cambio alguno a pesar de que ello hubiese sido lo lógico al ir surgiendo más información sobre el “nuevo virus”, la efectividad o no de las “nuevas vacunas”, y al irse viendo los diversos resultados de las políticas adoptadas.

Veremos entonces, en los próximos artículos, los principales pilares de la agenda de Davos y de qué manera se relacionan con la actual situación de pandemia y de “excepciones momentáneas” a las garantías constitucionales básicas y el ordenamiento jurídico y político de las naciones del globo, cuyo “fin” prometido nunca llega, y es diferido continuamente con nuevas excusas, mientras se instala la idea de acostumbrarse a una “nueva normalidad”.


Notas a la Primera Parte

Golpe de Estado global de la élite transnacional 


1.- Un breve ejemplo de esta filosofía, para quien no la conozca, puede verse en esta nota, aunque en lo que sigue de nuestro trabajo la trataremos sucintamente: David Cohen, What does it mean to be posthuman? https://www.newscientist.com/article/mg21829162-400-what-does-it-mean-to-be-posthuman/

2.- Líder del grupo fundador de Pay Pal. La filosofía agresiva de Thiel y su falta de escrúpulos a la hora de conseguir lucro han creado un nuevo modelo de emprendedor tecnológico admirado en Silicon Valley. Ya no es el líder creativo al estilo Steve Jobs, sino el empresario inescrupuloso que utiliza tácticas audaces, y se vuelve millonario desarrollando compañías para explotar una nueva invención (luego de que el Estado financió gran parte de sus investigaciones). Líder de una suerte de anarcocapitalismo libertario y ultraindividualista, Thiel es un patán, según la mayoría de quienes lo han tratado, pero es muy rico e influyente en el Partido Republicano, incluso en sus facciones más “trumpistas”, a pesar de ser abiertamente homosexual. Thiel plantea abiertamente que se deben abolir los gobiernos y dejarle el poder a las grandes corporaciones tecnológicas. Forma parte de la junta asesora del Singularity Institute for Artificial Intelligence, y en 2006 donó 3 millones y medio de dólares para fomentar investigaciones que detengan el envejecimiento, una de las obsesiones transhumanistas. Los otros integrantes del grupo fundador de PayPal, que luego se esparcirían con proyectos influyentes, fueron: Marck Zuckenberg, uno de los mejores alumnos de Thiel (Thiel fue además de los primeros inversores de Facebook); Elon Musk; Reid Hoffman, quien fundó Linkedin y contribuyó al desarrollo de Airbnb y Change.org; y Chen, Chad y Karim, fundadores de YouTube y Airbnb.

3.- De origen sueco, fundador y presidente de la World Transhumanist Association y el Instituto para Ética y Tecnologías Emergentes. También dirige desde 2004 el Future of Humanity Institute, dependiente de la Universidad de Oxford. Forma parte del Consejo Asesor del Singularity Institute for Artificial Intelligence. Suele tener apariciones televisivas hablando sobre las ideas transhumanistas. (Cuando se habla de limitar los posibles malos usos de las nuevas tecnologías mediante el establecimiento de ciertas declaraciones de principios éticos, debe tenerse siempre en cuenta que estos fervientes transhumanistas son los primeros encargados de marcar esa línea “ética” desde estos institutos).

4.- Británico, presidente de los think-tank London Futurists y Transpolítica.

5.- Presidente del think-tank The millenium project, que planifica los posibles escenarios para la implementación del modelo transhumanista hasta 2050. “Las tecnologías futuras previsibles no sólo alterarán el trabajo, sino que también alterarán los cimientos de las culturas de todo el mundo. El mundo está consciente de que la concentración de la riqueza está aumentando, las brechas de ingresos se están ampliando, el crecimiento económico sin empleo parece la nueva norma, el retorno de la inversión en capital y tecnología generalmente es mejor que en mano de obra, las tecnologías futuras pueden reemplazar gran parte del trabajo humano físico y mental, y el desempleo estructural a largo plazo es un pronóstico ‘sin sorpresas’.”, reza su página oficial en el primer párrafo de su presentación. En la misma línea están otros grupos como The global partnership for civic engagement, lanzada por la ONU luego de una reunión de alto nivel, justo antes de la pandemia.

6.- Philipp Van Nedervelde es pionero en el área de diseño de mundos virtuales o “metaversos”, participando en 50 de los proyectos más importantes. Es CEO y cofundador de E-spaces y participó en otras empresas dedicadas al rubro. Además aplicó sus conocimientos para nuevos enfoques en la vigilancia de seguridad fundando la empresa Panoptic Systems. Philippe es Director Ejecutivo para Europa del Foresight Nanotech Institute; miembro del Consejo del Singularity Institute for Artificial Intelligence; y miembro de varios think-tank: el Centro de Nanotecnología Responsable; la Fundación Peer To Peer (dedicada a planificar el futuro en el sentido de la agenda global transhumanista) y The Global Partnership for Civic Engagement. También es co-director, junto a otros especialistas en tecnologías digitales interesados en su misma visión, de Lifeboat Foundation, la cual se dedica a planificar escenarios mundiales catastróficos que pusiesen en riesgo la continuidad de la especie humana (una obsesión también de Nick Bostrom) y propone maneras de afrontarlos. Esos escenarios son: Inteligencia Artificial fuera de control, asteroides devastadores, pandemias naturales o producto del bioterrorismo, ataque de hackers a las redes mundiales de internet, alargamiento de la vida (extrañamente la muerte natural se clasifica entre las amenazas estudiadas), nanoarmas (armas de nanotecnología), creación de bunkers en diferentes lugares de la Tierra ante un posible desastre global (también con el mismo fin se alienta la exploración de la Luna y el espacio), protección de la “libertad de los científicos” de progresar con sus investigaciones sin ningún tipo de traba gubernamental (paradójicamente y de manera contradictoria esa “intromisión” gubernamental se equipara con los desastres enumerados anteriormente, cuando más bien podrían ocasionarse por no entrometerse un poco más), cambios climáticos “no deseados”, abusos en el área de neurodispositivos, neurofármacos y diagnósticos derivados de los mismos (“los peores casos incluyen esclavizar a la población mundial o hacer que todos se suiciden”), holocaustos nucleares, percances en aceleradores de partículas (colapso del vacío cuántico o creación de un mini-agujero negro artificial) e invasión extraterrestre. Otros programas se centran en la preservación de las personas (o su supuesta personalidad) mediante criogenia o subiendo su mente a la nube, el almacenamiento de semillas (como ya han hecho Monsanto, junto a la Fundación Rockefeller y Bill y Melinda Gates, que han almacenado semillas de cada especie vegetal en un bunker con sistemas de vigilancia en el archipiélago Svalbard del mar ártico, cerca del polo norte, para protegerlas de cualquier catástrofe global), y tecnología para vigilancia personalizada a distancia de posibles terroristas. Se nos disculpará esta larga enumeración, pero es bastante instructiva de algunas de las preocupaciones de la “élite” transhumanista, no siempre confesadas del todo (las frases entre comillas están tomadas de su página web oficial).

7.- https://www.weforum.org/platforms

8.- Ray Kurzweil, What Will Happen After The Technological Singularity. https://www.youtube.com/watch?v=lAJkDrBCA6k

9.-  Schwab y Gates no son los únicos jugando con esa idea, sino que es una línea que se ha instalado también desde los grandes medios. Vease por ejemplo: Andreas Kluth: When Will Covid End? We Must Start Planning For a Permanent Pandemic. El autor de la nota trabajó previamente para The economist. https://www.bloomberg.com/opinion/articles/2021-03-24/when-will-covid-end-we-must-start-planning-for-a-permanent-pandemic

10.- Alexander King. El país, 20/9/1988. https://elpais.com/diario/1988/09/20/ultima/590709608_850215.html

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